La depresión infantil y adulta se identifica como
una patología propia del estado de ánimo cuyas características fundamentales
son una alteración del humor referida a sentimientos de tristeza o
irritabilidad y un manifiesto desinterés por las actividades anteriormente
placenteras.
Actualmente, los trastornos afectivos se
reconocen como un problema importante de salud mental en niños y adolescentes.
Cualquier niño puede sentirse triste en ciertos momentos, pero para hablar de
un episodio depresivo, debe cumplir los criterios diagnósticos del DSM-IV o del
CIE-10.
La sintomatología de la depresión infantil es la
siguiente:
-Aspectos endógenos (internos):
anhedonia, fatiga, lentitud psicomotora, retraimiento social, humor depresivo,
anorexia, pérdida de peso, variación diurna e hipersomnia.
-Aspectos cognitivos negativos:
autoimagen negativa, desesperanza/indefensión, ideación suicida y
melancolía/preocupación.
-Aspectos de ansiedad: melancolía
o preocupación, ansiedad por separación, insomnio, quejas somáticas, alucinaciones
y agitación psicomotora.
-Aspectos de peso o apetito: aumentados
o disminuidos.
-Aspectos de conducta alterada:
ideación suicida, agitación psicomotora, trastorno de conducta y
colera/irritabilidad.
La depresión infantil aparece principalmente
en niñas de 5-6 años de edad, se mantiene durante bastante tiempo y suele
detectarse primero en los centros educativos.
En los niños más pequeños se suelen presentar más
sintomas de ansiedad, quejas somáticas, alucinaciones auditivas, rabietas y
problemas de conducta. A medida que el nivel de desarrollo de su cognición
aumenta, los niños mayores pueden ser capaces de mostrar componentes cognitivos
de su estado de ánimo y una baja autoestima, así como sentimientos de culpa e
infelicidad.
Los adolescentes, en cambio suelen presentar más
problemas de apetito y de sueño, delirios, ideación o intentos de autolesión,
así como una mayor repercusión funcional en su vida social y familiar que en
los niños, tendiendo a presentar mayor irritabilidad que los adultos, en el
mismo caso.
La depresión infantil se presenta en muchas
ocasiones, asociada a otros trastornos como la ansiedad, problemas de conducta
como la agresión y consumo de estupefacientes.
Las relaciones familiares de los niños con
trastorno depresivo suelen caracterizarse por la existencia de conflictos,
maltrato, rechazo y problemas de comunicación, no suele haber expresión de
afecto ni apoyo. Puede ocurrir a su vez, que los padres estén pasando por una
depresión o que padezcan otras enfermedades que les hagan ser menos efectivos a
la hora de educar a sus hijos.
Es muy importante en el tratamiento tener en
cuenta el contexto familiar del menor, las relaciones y el tipo de interacción
que se lleva a cabo con el niño. Es importante para su evolución tener el apoyo
de los padres, para aplicar en los casos en los que sea necesario, cambios en
la interacción y modificaciones de conducta hacia el menor. Con el apoyo
familiar y el tratamiento adecuado se pueden conseguir un buen pronóstico
en la evolución de este trastorno.
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