Nuestra forma de conocer se apoya
en una serie de estructuras como la atención, el registro sensorial, la
percepción o la memoria y unos procesos de control como la atención selectiva,
la codificación, la elaboración de estrategias y las decisiones sobre su empleo
que regulan nuestra actividad. Como se adquieren estas habilidades y se aplican
estas estructuras, condiciona la forma de aprender y el conocimiento que
adquirimos del entorno.
Cuando se intenta realizar el
proceso de aprendizaje pueden aparecer en el transcurso déficits perceptivos
fonológicos, semánticos y sintácticos, por lo que se tendrían problemas para
adquirir palabras cuya función dominante sea gramatical, como artículos,
preposiciones, pronombres y adjetivos,
experimentando dificultades con las reglas de concordancia y de composición de
oraciones, traduciéndose en una pobre comprensión de todo tipo de aprendizaje,
tanto oral como escrito.
No solo la percepción juega un
papel fundamental en el aprendizaje, la memoria auditiva y visual también son
esenciales en todo aprendizaje y especialmente en el lenguaje, que es la base
de la mayoría de los aprendizajes. Tanto la percepción como la memoria, unido
al proceso de atención, pueden explicar muchos de los síntomas que presentan
alumnos con dificultades de aprendizaje o déficit cognitivos.
Los alumnos con dificultades de
aprendizaje, suelen realizar también de forma deficiente, tareas que tienen que
ver con la retención de información auditiva o visual, ya sea porque no emplean
de forma autónoma, estrategias eficaces para retener la información o porque
subyace un déficit estructural previo, en la capacidad de almacenaje de la
información, que afecta a varios o alguno de los procesos de almacenaje de la
memoria, memoria operativa a corto, o a largo plazo.
La atención es otro de los
componentes estructurales, a los que se atribuye el éxito o el fracaso
académico, principalmente la atención concentrada y selectiva. Los alumnos con
dificultades de aprendizaje, suelen tener una notable lentitud en tareas que
requieren mantener de forma sostenida la atención. Este tipo de atención, cuyo
normal desarrollo se alcanza hacia los ocho años, es la edad en la que los
alumnos que no tienen este déficit, consiguen dirigir la atención, de forma eficaz a los estímulos relevantes
con éxito. Si esto no ocurre así y se produce un retraso madurativo que puede
llegar a ser hasta de tres años, produciría una acumulación de nociones mal
aprendidas o ignoradas por los alumnos con este déficit, que anunciaría un
fracaso escolar posterior.
A las explicaciones basadas en
déficits estructurales descritas hasta ahora, se deben añadir las relacionadas
con carencias en los procesos de control. Los alumnos/as con dificultades de
aprendizaje, muestran retrasos en el uso por ejemplo, de estrategias
espontáneas de memorización, cuando debe ser más activo su aprendizaje, porque
requieren una mayor elaboración personal, entonces su rendimiento desciende de
una manera más notable. Por lo tanto los alumnos/as con déficit cognitivo,
pueden fracasar por varias causas, en función de que sus problemas se deban a
la recepción, o la producción de la información, al grado de implicación en la
tarea y a la relevancia de ésta.
Es importante también tener en
cuenta que estos alumnos/as, pueden tener dificultad en procesos metacognitivos
subyacentes, para realizar posteriormente tres tipos de operaciones: seleccionar
estratégicamente la información necesaria, detectar inconsistencias en el
propio sistema de creencias, que llevaría a cuestionar la información que
recibe y corregirlas ante nuevas experiencias, o controlar la propia actuación,
en base a la información anterior.
Otro de los factores que influye
de forma importante en el desarrollo cognitivo, es el autocontrol emocional y
sus habilidades sociales, coexistiendo de forma importante y favoreciendo o
dificultando, cualquiera de los anteriores procesos tanto estructurales, como
de control.
Lo factores motivacionales y de
temperamento influyen en los procesos cognitivos, ya desde la etapa de bebés,
se encuentran variables temperamentales; como la elevada irritabilidad antes
los cambios y la frustración, la sensibilidad excesiva ante los estímulos y las
respuestas a estos o la ausencia de patrones estables de sueño y alimentación,
que pueden ser diferenciadores en el desarrollo.
Estos procesos se han tenido en
cuenta en diferentes estudios donde se ha investigado la relación entre el
temperamento y adaptación al aprendizaje escolar, como el de Keogh (1982)
definiendo factorialmente la educabilidad, encontró tres rasgos relevantes; la
orientación a la tarea que incluye elementos como persistencia, distraibilidad
y nivel de actividad, la flexibilidad personal y social, como capacidad de
adaptación ante las demandas del sistema y de las personas y la reactividad
ante situaciones de tensión.
De sus investigaciones deduce la
existencia de, un estilo de relación y aprendizaje que puede influir con mucha
mayor relevancia que el CI en la respuesta de los alumnos/as a las demandas
escolares. Los afectados por dificultades de aprendizaje, coincidían en
presentar bajos valores en educabilidad, especialmente en su orientación a la
tarea.
Es importante tener en cuenta los
múltiples factores tanto estructurales como de proceso que influyen en el
aprendizaje y que facilitan o dificultan este desde el comienzo del
procesamiento y en la forma de procesar, desde edades muy tempranas el actual y
posterior desarrollo cognitivo del alumno/a. El tratamiento psicopedagógico se
vuelve fundamental en estos casos para poder mejorar el proceso estructural y
los procesos de control en estos alumnos/as en el cualquier tipo de
aprendizaje.
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